EL PENSADERO
Pensadero

“El que escribe un poema, es porque algo perdió“


Este texto lo escribí hace un par de años, luego de asistir a una charla de Alejandro Dolina en la Feria del Libro. Era la presentación de un libro, pero me gustaron mucho las frases que tiraba y armé una especie de texto periodístico, haciendo una cobertura de esa charla a modo de crónica.



Las gotas de lluvia, cada vez más frecuentes, creaban el clima adecuado para la ocasión. En el salón José Hernández, separado ligeramente de los pabellones de la Feria del Libro, Alejandro Dolina presentaba su primera novela, Cartas Marcadas, en una entrevista ficticia que sumaba nubes grises a la tormenta. En su charla, resaltará la importancia de una vida desdichada para el escritor, relatará como escribir una novela y todo con un toque mágico del humor.
“Me hubiera gustado estar en la Feria del Libro esta tarde. Pero a último momento hemos sido trasladados a este foro, que para llegar, según me dicen, hay que atravesar un fantástico terreno baldío, con sus correspondientes lluvias. Se trata de pequeñas dificultades y colores locales que han querido poner los organizadores en el camino de los lectores así como el escritor hace lo mismo. El escritor no debe allanar el camino de los lectores, sino dificultarlo, gozosamente. No como acá“. Con estas palabras, Alejandro Dolina, acompañado por el periodista Nino Ramella, una mesa y unas copas con agua, dio comienzo a la charla.
Salón repleto, música de Patricia Sosa y de Joaquín Sabina de fondo, cámaras de video, de fotos, grabadores. Todos los elementos se juntaban en un solo lugar. Y el condimento más importante era el humor de Dolina. Poco habló de su nuevo libro, Cartas Marcadas, y mucho habló del escritor y del proceso de creación de una novela.
Mientras la tormenta continuaba, Dolina y Ramella tenían una amistosa y ficcionada conversación, como si el escenario fuese lugar de grabación de una novela. Así, con sus gestos, sus pausas, sus rulos y sus primeras gotas de sudor, el escritor dice que un libro nace, entre otras cosas, del cansancio. “Es el hombre cansado, por ejemplo, de lo escrito anteriormente, cansado de una tristeza que no puede compartir con nadie, cansado de las ideas que se repiten en una danza interminable. Y entonces uno dice ‘voy a escribir un libro‘ para salir de todo esto. Después el melancólico resultado suele ser que todo eso de lo que uno está cansado, se pone por escrito, pero hay un intento de huída hijo de la fatiga“. Su largas respuestas no aburren, más bien entretienen y dejan el deseo de más. El mensaje no es para nada motivador, pero Dolina logra hacerlo divertido para el público, que lo mima con aplausos y risas.
Todos oyen, pero pocos parecen escuchar con atención. Todos buscan la risa, pero dejan pasar el mensaje. Llegó el momento de hablar del escritor. ¿Qué tan importante es tener una vida desdichada? “Según se dice, es indispensable tener, si es posible previamente, una vida desdichada. Yo no lo entiendo, pero se dice que quien ha conocido la desdicha puede comprender su naturaleza“. Pobre el muchacho que a los 10 años sueña con ser escritor. Qué será de la vida del joven que escribe poemas para su amada. “El que escribe un poema es por que algo perdió“, concluye Dolina, dejando un abrumador silencio. Era la primera frase del autor, que no tuvo condimento de humor, y así llegó. Fuerte. El momento más fuerte de la noche, que no duró mucho. Como en cualquier programa que sale en vivo, los errores pueden aparecer. Y la memoria le jugó una mala pasada a Dolina, que se olvidó lo que iba a decir. Las risas volvieron, la lluvia seguía.
La radio y el cuento eran temas que no podían faltar. Poco se fijaba la gente en la pantalla de fondo que pasaba imágenes de autores. Poco se fijaba en los cambios de luces, y en los globos que rondaban por ahí yendo y viniendo. Dolina explicó que la radio y la literatura son dos cosas diferentes, y que escribir un libro es algo que requiere mucho más tiempo y dedicación. “Si alguien nos dijera que hagamos un programa de radio ahora mismo, lo invitamos a usted –Nino Ramella- ponemos una máscara, un poco sonriente, un poco cínica, recitamos la temperatura y ya estaríamos casi en presencia de un hecho radial. En cambio, la escritura de un libro, parece antes que nada, imposible. Supongamos, ahora voy a escribir un libro de 500 páginas. Uno mira 20 segundos y exclama: ‘¡Es imposible!‘“. El stand-up de Dolina dominaba la sala, y no paraba. Parecía que podía seguir eternamente: “Escribir una novela es más peligroso que un cuento. Un cuento puede pedir una tarde de trabajo, diez tardes de trabajo. Pero por ahí uno se da cuenta de la inviabilidad de una novela cuando va por la página 700. Uno dice ‘¡Pero cómo, esta era la madre del tipo!‘“.
Durante una hora Dolina y la lluvia siguieron charlando juntos. Cuando nadie quería que termine, el autor pronunció esas palabras que nadie quería escuchar: “para terminar“. Sin embargo, todo “para terminar“ trae consigo un final, y al igual que en una novela, el cierre tiene que dejar algo. Y Dolina así lo hizo, contando, como a lo largo de toda la noche, una anécdota más: “Yo había traído un texto que encontré acerca de la presentación de libros, que es un género en si mismo. Cuanto más lo leía más me gustaba, hasta que me di cuenta que era un libro de Pancho O´ Donnell. Entonces me pareció que no era pertinente. Sin embargo, el libro era acerca de los miedos, y me parece que uno escribe libros porque tiene miedo. El miedo tiene que ver con el futuro, con una amenaza a empeorar. Ejemplo de amenaza: ‘Vas a empeorar‘. En el infierno uno no tiene miedo. ¿Qué te puede decir el diablo? ¿‘Vas a empeorar‘? ‘JaJa‘, le diría. Y uno escribe por miedo, pero también presenta un libro por miedo. El libro es trozo de uno, y por eso es muy vulnerable. No hay que dejarlo nacer en la calle, entre extraños. Entonces prefiere uno, decía Pancho, hacerlo nacer aquí, entre amigos, pensando que van a ser más bondadosos, tolerantes, que le darán un buen recibimiento. Yo he venido hoy para que el libro sea mimado“. Así concluyó el charla de Alejandro Dolina, se despidió y salió por detrás del telón con su traje negro y su cara cansada. El público salió y atravesó nuevamente el terreno baldío, la mayoría con ánimo de comprar la novela Cartas Marcadas, con el deseo de encontrar más historias como las que acababa de escuchar.


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