Pensadero
Pensadero


Volvemos a los textos un poco más profundos. Este forma parte de un juego. Uno escribe una parte, después otro lo continúa y así sucesivamente. Así que el final es siempre abierto. Si alguno se anima a seguirlo, adelante.



-¿Ya encontró una solución?
- He hallado la indicada para su caso Sánchez.
- ...
- ...
- ¿Y bien?
- ¿Disculpe?
- ¿De qué se trata?
- ¡Pero por favor Sánchez! No tiene ningún sentido que conozca el plan. Perdería el efecto esperado.
- Supongo que tiene razón.
- ...
- Este...
- Se llevará a cabo en dos semanas, un mes como extremo. De no funcionar no le cobraré un sólo peso, claro está. Pero la verdad es que nunca he fallado. Usted lo sabe. Por eso ha venido a consultarme, ¿no?
- Si, claro.
- ...
- ¿De cuánto dinero estamos hablando?
- ¿Cuánto me había dicho que cobraba?
- Alrededor de 2500, pero no sé para qué me....
- 100 pesos.
- ¿100 pesos?
- Por lágrima.
- ¡¿Por lágrima?! Que forma tan peculiar de cobrar a sus clientes.
- La forma varía según el paciente. Sino le gusta, puede retirarse.
- No no, pagaré si el trabajo es bueno.
- Lo será, siempre lo es.
- ¿Y mientras qué debo hacer?
- Nada, realize sus rutinas diarias. No lo volveré a ver hasta terminada la operación, excepto por supuesto, que sea de extremada urgencia para usted ver a mi persona.
- ...
- Puede irse Sánchez, espero que la próxima vez que nos veamos pueda apreciar en su rostro una sonrisa, o aunque sea una mueca.


‘Se sintió ahogado por tanta hermosura. Los músculos y pliegues de piel de su cara dibujaron el más perfecto retrato de felicidad. La vista se le tornó borrosa, parpadeó y sintió correr entre todas las gotas frías posadas en su mejilla una gota caliente. Extendió su mano, y vio caer una lágrima en ella, le resultaba incomprensible la idea de que esa pequeña, y simple en esencia, pizca de agua salada contenía esos sentimientos tan complejos en su absoluta simpleza. Hubiera querido guardarla, pero ésta se mezcló con otras tantas semejantes (pero no hermanas), y nunca más pudo encontrarla. Congoja...‘

Sánchez despertó sin agitarse. Sus 48 años no le habían enseñado a exaltarse frente a ninguna declaración. Levantó la mirada para observar su clásico y repetido cuarto, decorado solamente con una vitrina, una cajonera y su cama, sin sábanas ni frazadas que la cubriera. Sintió una molestia en la nunca. Le pesaba pensar. Hacía tres días que Rémini le dijo que había un plan. Y aunque sabía que tenía que seguir con la vida de siempre, no podía dejar de razonar sobre las posibles alternativas. Lo distrajo el sonido de la puerta, señal de que los chicos habían partido para la escuela, con su madre, quién pasaba a buscarlos cada mañana.
Hubiera querido tomar un té, leer y hacer crucigramas, pero el timbre, un sonido poco acostumbrado a escuchar, lo obligó a desplazarse hacia la puerta, y atender a su hermana, Bárbara, que traía con sigo una gran bolsa y a su lado, a su marido.


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